La verdad está en las obras, no sólo en las palabras

Señor, confieso que he pecado. Admito que me he dejado casi completa y exclusivamente al estudio, con ciertas escapadas un tanto pecaminosas a sentimientos impuros y lujuriosos. Pero en fin, aquí estoy una vez más para comentar no sólo mi desaliñada vida (no entraré en detalles de ello en realidad) sino para denunciar, exponer, exhibir (gracias Conti por los “útiles” sinónimos) una situación que además de molestarme, por estos días me acongoja.

Más de uno de ustedes, mis imaginarios lectores, debe saber que el colegio al que asisto es católico. Un centro que se encarga de enseñar una religión específica de una forma curiosa y casi paródica. Si ud es conocedor de ésta y sabe más o menos de que trata, sabrá que aboga no sólo a la ayuda al prójimo, sino al respeto y protección de este sea cual sea la circunstancia (recordar la canción “ya no existen fronteras y empezaremos por los pequeños, los que no tienen nada son los primeros”). Curiosamente este lugar es el contrario a estos principios. Sin embargo no me malentiendan, lo que quiero contar a continuación no es para nada una búsqueda o llamado a la lástima ni mucho menos, sino que es una actitud que particularmente me molesta, fuera yo o cualquier otra de mis compañeras.

Este último año mi situación económica no ha sido precisamente estable y en más de una ocasión me he visto dificultada para pagar la costosa cuota mensual que mi colegio requiere para su funcionamiento. En vez de recibir algún tipo de recibimiento, búsqueda de acuerdos o un simple dialogo para saber cuales son los líos en casa, me he visto amenazada por constantes cartas que me obligan a faltar a clases. Un ejemplo, fue una ocasión particular en la que se acercaron para comentarme (con lindas palabras por supuesto) como mis padres se estaban aprovechando de la generosidad del colegio “subiéndose a la micro sin pagar” (copia textual de lo dicho entonces), es decir, mis progenitores estaban “escapando con los tarros” robándole a este preciado centro educacional, que para ser sincera, por estos días me hace dudar de aquel sello de calidad que muestran con tanto orgullo.
Hasta aquí tenemos rezones entendibles por las cuales el colegio al que asisto podría estar en algún tipo de desazón con mi familia, pero la duda cae cuando llegamos al punto de las becas. El mío- como otros pocos colegios de este país- entrega becas a alumnos de excelencia (no solo por tener promedios 7) que no posean los medios para acceder a ésta. Paradójicamente en el caso de mi colegio esto se ve lejano a la realidad, en especial si tenemos en cuenta que sí, gran parte de lo que reciben beca la necesitan pero no poseen ni el mejor comportamiento ni las mejores notas para acceder a estos privilegios (en muchos casos alumnas en eterna repitencia que pescan poco o nada). Yo que podría necesitarlos y no los he pedido jamás me veo limitada por una razón poco ortodoxa y característica de nuestra sociedad, no tener los contactos necesarios. Y no se confunda, esta no es una rencilla personal con el equipo directivo del establecimiento que hablo sino es también la de mucha de mis compañeras. Uno de los casos, y lo mantendré anónimo, es de una chica excelente, reflejo de los supuestos valores teresianos y de muy buenas notas. Aun así el colegio no la ve como merecedora de aquel dinero que podría aliviar ciertas cosas en su hogar. Si la valía la chica que echó el mismo local educacional que le brindó ese apoyo casualmente por estar relacionada a un caso de micro tráfico de marihuana.
Ojala estas fueran de las pocas problemáticas que causa esta “comunidad”, pero se puede mencionar a la vez conflictos con chicas que pasan mucho tiempo juntas (sin tener ninguna relación erótica dentro del colegio ni fuera de éste), chicas que se viste diferente o compañeras que se niegan a seguir ciertos ritos que ya no les acomodan, generalmente religiosos y generalmente a causa de este entorno católico doble estándar.
Volviendo al tema que promovió este post, hoy pasó exactamente lo mismo que hasta hace algunos meses. Se me acercó una profesora que poco y nada tiene que ver con contabilidad a decirme que si no solucionaba “mis problemas “para mañana, no podía entrar al colegio. Y aquí me encuentro, gastando horas que deberían estar destinadas al descanso para el trabajo pingüino de mañana pero que dejo en un post posiblemente rencoroso porque no puedo asistir ni a biología, ni química, ni ningún ramo este viernes.

Casualmente hoy salí en una comunicación de esta misma institución, con el rol de permanente delegada a las asambleas de la ACES. Extraño esto de que te nombren un día, y no te dejen asistir al otro, pero ese no es un dilema mío sino de mis padres y su vez, del colegio Institución Teresiana.